La literatura infantil es un medio de transmisión de conocimiento y se constituye como una experiencia placentera para los niños, ya que responde a sus necesidades e intereses particulares y les permite construir su propia representación de la realidad. Así, la literatura se convierte en un recurso clave para lograr el pleno desarrollo del pensamiento creativo y favorecer su expresión espontánea ante cualquier actividad del aprendizaje escolar. Los cuentos, narraciones, fábulas e historias que componen la literatura infantil, son un recurso imprescindible en el contexto educativo. Entre otras características, aproximan la escuela a la vida, aprovechan elementos del folklore, están repletos de estímulos lúdicos, favorecen el desarrollo del lenguaje y la expresión oral. En este sentido, recogen además ciertas características que los convierten en uno de los materiales pedagógicos más enriquecedores.

El reto de la escuela es infundir en los niños el gusto por la lectura, convertirlo en una actividad entretenida y gozosa, proporcionándoles buenos libros en un ambiente cálido y ameno. La lectura ha de ser una fuente de aprendizaje que les permita disfrutar e interesarse por la lectura.

La clave para conseguir que los niños se conviertan en grandes lectores comienza por despertar su curiosidad por los libros. La animación a la lectura consiste en exactamente eso: acercar al alumno a las maravillosas historias que encierran los libros, que aprenda a amarlos y a cuidarlos, y en definitiva: fomentar el hábito de lectura desde una perspectiva lúdica, alejada de la mera obligación.

¿Por qué conformarse con vivir una sola vida si podemos vivir millones a través de los libros? La lectura no es solo una mera herramienta para almacenar conocimiento e información. Es un pasaje para descubrir nuevos mundos, un potente estímulo para activar la creatividad en los niños y el desarrollo cognitivo.

A través de los cuentos y libros, el niño aprende valores y normas sociales. Descubre de una manera natural a dar significado a las emociones, a las suyas y las de los otros. En otras palabras: leer estimula también su inteligencia emocional, se aprende a empatizar. Pero, sobre todo, un sólido hábito de lectura mejora significativamente las capacidades lingüísticas y comunicativas del niño: su vocabulario es más rico, muestra mejor expresión oral y escrita, mejora su comprensión y le empuja a la reflexión.