Con esta conferencia en la que el ponente explicó de forma amena y detallada, las diferentes formas de religiosidad y medicinas surgidas bajo la égida de la Nueva Era, la Fundación Educatio Servnda retomaba el pasado 27 de enero la formación conjunta dirigida a los maestros y profesores de los colegios Juan Pablo II de la Comunidad de Madrid.

 Tras el paréntesis navideño, la Fundación Educatio Servanda retomó en enero las sesiones de formación conjunta dirigidas a los maestros y profesores de los colegios Juan Pablo II de la Comunidad de Madrid.

La primera sesión, que tuvo lugar el pasado miércoles 27 de enero en la sala Karol Wojtyla de la Fundación, corrió a cargo del sacerdote Francisco Fernández Perea, formador del Seminario de Getafe y hermano de D. José Julio, nuestro querido capellán del colegio Juan Pablo II de Alcorcón.

Durante aproximadamente hora y media, Francisco Fernández disertó sobre las “Nuevas formas de religiosidad y medicinas alternativas”, materia en la que es un reputado experto.

A modo de introducción y para enmarcar su intervención,  Fernández advirtió que se está tratando de sustituir la civilización actual por una nueva forma de ver en el mundo en la que Dios deja de ser el centro para ser sustituido por el “yo”. Este es, a juicio del ponente, el fundamento de la religiosidad de la Nueva Era, determinado por diferentes factores:

  • El secularismo y el ateísmo social: que han relegado lo religioso al ámbito puramente subjetivo, reduciendo la trascendencia a lo personal.
  • La dictadura del relativismo: que destierra la Verdad, y donde el interés determina la opinión haciendo imposible el diálogo.
  • La sacralización del yo, centro de la realidad: “Yo” construyo mi mundo y tengo capacidad para hacerlo, omitiendo el hecho de que son mis propias limitaciones las que me impiden el desarrollo de mi libertad.
  • Personalidad líquida: la persona es concebida como carente de estructura, libremente adaptable. Todo es susceptible de cambio, nada es definitivo, lo que provoca una gran inseguridad.
  • Desprecio de las instituciones religiosas tradicionales: que se ven como lastres de esa civilización vieja que ha de ser desterrada, derivándola a una adolescencia religiosa.
  • Gusto por el sentimentalismo religioso: no importa aquello en lo que creemos, lo fundamental es lo que sentimos cuando creemos.
  • Globalización: a través del desarrollo de las nuevas tecnologías, se acelera el sincretismo religioso a la carta de los intereses de cada uno.

Todos estos factores nos abocan a un mundo donde corrientes como el esoterismo, el ocultismo o el orientalismo –budismo, taoísmo y jainismo-, gracias al desarrollo de las nuevas tecnologías, campan a sus anchas generando el caldo de cultivo que propiciará el boom de la Nueva Era, una particular forma de entender la religiosidad en la que Dios se diluye en un abanico de misterios donde cabe absolutamente todo.

Ya no es preciso distinguir entre materia y espíritu, porque, desde su particular concepción de la religión, la materia es propiamente espiritual. A esta dimensión espiritual transida de lo material la llaman energía. Puro panteísmo, a juicio de Francisco Fernández, donde la espiritualidad se reduce a una experiencia psicológica superficial.

Y dado que la Nueva Era fomenta el espiritismo, es aquí donde intervienen las terapias alternativas. Terapias que relevan a una medicina tradicional, cuyo empirismo racional, cede paso al naturalismo; donde el culto por la salud conlleva una inversión de la personalidad que hará que la inteligencia se ponga al servicio de las necesidades puramente materiales; terapias que pretenden ser científicas, para lo que precisan un respaldo médico que las acepte como medicinas.

¿De qué terapias estamos hablando? Francisco Fernández refirió a las Flores de Bach, yoga, pilates, taichí, reiki… Todas ellas prácticas pseudocientíficas, carentes de fundamento y que, bajo una apariencia inocua, ocultan una realidad nítidamente anticristiana.