Muy queridos hermanos y hermanas:

 El cardenal arzobispo de Valencia, D. Antonio Cañizares, está siendo víctima de una campaña de desprestigio e insultos verdaderamente inaudita. Y todo ello por ejercer su libertad de expresión denunciando el mal que representa para la familia y para la sociedad la ideología de género, que él considera, con toda razón, como el ataque más insidioso a la institución familiar.

La situación que estamos viviendo, dice el Sr. Cardenal de Valencia “es tan grave y tiene tales consecuencias para el futuro de la sociedad, que se puede hoy sin duda considerar la estabilidad del matrimonio y de la familia, y su apoyo y reconocimiento público, como el primer problema social (…).  Cuando se ataca o se deteriora la familia, se pervierten las relaciones humanas más sagradas, se llena la historia personal de muchos hombres y mujeres de sufrimiento y de desesperanza y se proyecta una amarga sombra de soledad y desamor sobre la historia colectiva y sobre toda la vida social” (homilía del 25 de Mayo de 2016).

Hago mías estas palabras del Sr. Cardenal y me uno a todas las manifestaciones de apoyo y gratitud que está recibiendo,  especialmente a las expresadas por la Federación Católica de Asociaciones de Padres que agrupa a más de 55.000 familias de la provincia de Valencia. El Presidente de esta Asociación ha resaltado que no podemos más que agradecer al Sr. Cardenal que haya tenido la valentía de enfrentarse a la dictadura del pensamiento único saliendo en defensa de la familia y de la educación.

 En realidad, lo que ha hecho el Sr. Cardenal ha sido repetir lo que el Papa Francisco ha expresado claramente en su reciente Exhortación Apostólica Amoris laetitia: “Otro desafío contra la familia surge de diversas formas de una ideología genéricamente llamada “de género”, que niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer. Ésta presenta una sociedad sin diferencias de sexo y vacía el fundamento antropológico de la familia. Esta ideología lleva a proyectos educativos y directrices legislativas que promueven una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente desvinculada de la diversidad biológica entre hombre y mujer (…). Es inquietante que algunas ideologías de este tipo que pretenden responder a ciertas aspiraciones a veces comprensibles, procuren imponerse como un pensamiento único que determine incluso la educación de los niños” (AL 56).

En la familia se juega el futuro del ser humano y de toda la sociedad. Y la Iglesia, que busca el bien de todos, quiere, en estos momentos de oscuridad intelectual y moral, llevar la luz de la sabiduría divina, impresa en el corazón del ser humano y en su conciencia, a todos los hombres de buena voluntad para que reconozcan en la familia su bien más importante y trabajen para defenderla y custodiarla.